La vida puede ser por momentos difícil y por tal motivo siempre es mejor cultivar a lo largo de la vida la aptitud para poder disfrutarla con todas sus facetas. Estas actitudes, de optimismo y alegría promueven la construcción de la autoestima, reforzando nuestra confianza en nuestras habilidades y llevándonos a explorar nuevos horizontes desconocidos (nuevas aventuras, nuevas acciones, conocer gente nueva, conocer lugares a los que nunca hemos ido, etc.)
Además, hacerse un lugar durante nuestro tiempo para aprender a desarrollar la habilidad de disfrutar de la vida, es también una forma de cuidarse a sí mismo. Tanto como lo es ir al médico para el chequeo anual. Después de todo, tanto la autoestima como la felicidad en nuestras vidas, tienen una conexión real, ya que en cierta forma son complementarias.
Vamos a tratar de diferenciar lo que es el placer de lo que es la alegría. El placer es algo físico o espiritual que genera una sensación de bienestar momentáneo, mientras que la alegría es un sentimiento más duradero, que se puede expresar por distintos medios.
Podríamos verlas como si el placer es algo que viene desde el exterior hacia nuestro interior y la alegría, algo que brota desde nuestro interior (causada por situaciones que pueden ser desde el exterior o desde el interior), es decir el placer es una de las cosas que pueden causar alegría. Ambas son de tiempo finito.
La felicidad la diferenciamos de la alegría, por ser un sentimiento aún más duradero. Por ejemplo, una persona puede ser feliz y no estar alegre en ese momento. Esto nos lleva a derribar ciertas creencias que se gestan en la sociedad para definir a la felicidad o los métodos que se piensan efectivos para conseguirla.
La sociedad generalmente nos impone reglas, algunas fundadas y otras por tradición. Lo cierto es que sin las reglas nuestras vidas e interacción social serían un caos. Por tal motivo no vamos a renegar de ellas. Pero sí vamos a rever algunos puntos o creencias. Como por ejemplo, la idea que "un adulto debe comportarse de una forma determinada y seria para demostrar madurez".
¿Un adulto no puede jugar? ¿A caso solo los niños pueden jugar?
¿Automáticamente cuando crecemos debemos reemplazar toda nuestras ganas de columpiarnos y reír abiertamente por otras como tomar café y tocar el claxon al otro conductor sin olvidar de fruncir el entrecejo y ocasionalmente elevar el dedo del medio?
Jugar no es sinónimo de inmadurez, podemos encontrar el placer del juego y junto con él compartir un grato momento con otras personas. Ok, quizá no haremos un grupo de amigos para ir a columpiarnos todos los martes a la plaza más cercana, pero aún así, nadie nos prohíbe que si nos gustan las hamacas podamos darnos el gusto de usarlas. Tampoco nos prohíben correr, tirarse en el césped a inventarle formas a las nubes, saltar, jugar, hacer un poco de monerías sin molestar a nadie.
¿Debo ser rico para ser feliz? ¿Solo podré disfrutar de la vida si tengo dinero?
El dinero es una parte importante de la vida, porque con él nuestro mundo se organiza. Pero definitivamente no es la fuente de la felicidad. Sobran películas de Hollywood basadas en historias inspiradoras reales para ver ejemplos de ello por horas. Es cierto que si no tenemos nuestras necesidades básicas satisfechas, entonces nuestra felicidad tiende (y léase bien "tiende") a estar minada o amenazada. No quiere decir que una persona por debajo de la línea de pobreza no pueda descubrir su felicidad. Pero aún así, si nosotros podemos sustentar nuestra vida de manera medianamente suficiente (aunque lleguemos corriendo con nuestro salario a fin de mes), entonces debemos saber que a partir de esa línea, mayores montos de dinero en nuestras cuentas no es proporcional a nuestra felicidad.
La felicidad en nuestras acciones, se reflejan más en actividades donde nosotros podemos ser parte de ella, donde estamos activamente involucrados. Donde podemos ser nosotros. Y estas cosas no requieren de dinero, en su mayor parte. Quizá ver la televisión no es el mejor ejemplo porque no estamos participando, pero verla en familia un sábado por la noche todos en la misma habitación y con una comida, compartiendo las risas e interaccionando cada tanto, créanme, son memorias que volverán en un futuro como recuerdos gratos.
También leer un libro, como ejemplo de actividad unipersonal, nos llena el alma y nos hace partícipes de la historia. Ejemplos de actividades que nos llenan, que nos sean significativas, sobran.
Lo importante de todo esto es que no se requiere gran caudal de dinero para disfrutarlas. Pregúntenle a una mujer anciana, cuál fue el momento más feliz de su vida y contestará con mucha probabilidad (en caso de tenerlos), "el día que me convertí en madre".
Lecturas para la autoestima
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