El diamante y el entorno

Hemos hablado ya sobre la analogía de nuestro ser y nuestro desarrollo personal, con las características de un diamante. Ahora bien, no vamos ser indiferentes a los efectos que puede tener el entorno en un diamante. Y es verdad, la vida no es una nube de caramelo. Pero lo importante es recordar siempre, que pase lo que pase, no dejamos de ser diamantes.

El entorno que es a lo que llamamos aquí como las circunstancias y los eventos que pueden alterar de alguna manera la exposición del diamante, podrá modificar la manera en que se aprecia su brillo. Pero jamás puede quitarle el valor.

En algunas ocasiones ciertas experiencias pueden servir de camuflaje o difractor para el brillo de alguna de las caras. Imaginemos por ejemplo una nube muy espesa que tapa los rayos del sol. Quizá, emocionalmente, la falta de brillo o la dificultad para brillar por parte del diamante ante semejante nube oscura, pueda generar sentimientos encontrados. Incluso muchas personas según las circunstancias que pueden haber vivido, sienten un desgarro interno, una ruptura de su interior, una sensación intensa y profunda de dolor.

Y esto no quiere decir que su diamante esté roto. No, todo lo contrario. Su diamante está allí, completo. Entero, esperando brillar otra vez. Solo que la circunstancia cubrió sus brillosas caras o caras por pulir, con un manto de tierra. Pero... La tierra se lava, ¿verdad? ¿Las nubes no duran para toda la eternidad, cierto? Siempre que hubo un día nublado, también hubo días de sol luego ¿No es así?. En este caso, la analogía también sirve.  Las circunstancias cambian, el valor del diamante se mantiene intacto. La integridad de nuestro ser no se devalúa, por más maltrato, pena, golpe, abuso, desaire que podamos haber sufrido. La integridad y valor de nuestro ser, no las determinan esas situaciones. La determinamos nosotros mismos, en la manera en la cual afrontamos nuestras realidades.

Hagamos la prueba de pensar lo siguiente. Si yo hoy me parara frente a ti, y te muestro un diamante sin pulir, quizá cubierto con tierra. ¿Dejarías pasar la oportunidad de obtenerlo si lo doy gratis?
La regla general dice que lo aceptarías y con mucho gusto, porque todos sabemos y conocemos el valor que ello tiene. Pues bien, ese es el valor que por más desgaste o suciedad que lo cubra, no se inmuta. Cambiemos la palabra Diamante por "Yo" y entonces el sentido es el mismo.

Somos valiosos, el entorno no quita nuestro valor. Solo puede hacerlo brillar más o menos, pero el valor queda intacto. Y reconocer esto, es la base para construir nuestro autoestima aún en la adversidad.

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