La Analogía del Diamante

¿Has visto alguna vez un diamante en estado puro? por si no lo has hecho te recomiendo que busques cómo son los diamantes sin pulir. Te asombrarás al hacerlo. Y esto es importante de aclarar al principio porque la analogía del diamante tiene mucho de base en ello.

Nuestro ser está condicionado de tal manera que tenemos o podemos, dividir la existencia entre ello que "yo soy" y ello que "no soy yo". Es decir, aquello que está bajo la esfera de mi influencia y que me pertenece y aquello que no lo está y le pertenece a otros o es la esfera de acción de otros.

Ahora bien, pensemos en nuestras personas como un diamante. Es decir, cuando nacemos, somos diamantes sin pulir. El valor es el mismo, somos valiosos, y en la medida que vayamos creciendo vamos a ir puliendo nuestras caras. Imaginemos que cada una de nuestras caras representa una cualidad individual. Supongamos que una cara simboliza nuestra capacidad de amar, otra cara simboliza nuestros hobbies e intereses, otra de las caras simboliza nuestros deseos más profundos, otra cara nuestra capacidad de empatía, etc. etc. etc.

En la medida que vamos creciendo, vamos tomando experiencias. Y absolutamente todas las experiencias, sean malas o sean buenas, sirven de pulidor para estas caras aunque es verdad, también hay situaciones que pueden opacar el brillo de alguna de nuestras caras. Pero podemos hacer que también esa situación nos permita pulir otras caras distintas... ¿Por qué? Por que no hay experiencia por muy mala que sea, que no nos deje una enseñanza o un criterio para aprender. Todo aquello que nosotros hacemos y vivenciamos tiene su influencia en nuestras caras del diamante personal.

Lo importante es siempre buscar la parte de la experiencia que permita a nuestras caras comenzar a brillar. Si por ejemplo, tenemos una pelea con un amigo a quien queremos. Todas nuestras acciones que hagamos a partir de allí, puede ayudarnos a pulir nuestras caras. Por ejemplo. Durante la pelea puede ser que hayamos dicho cosas exageradas, que quizá no quisiéramos haberlas dicho. Con ello ya aprendemos que no vale la pena herir los sentimientos de las otras personas, con eso también vamos a intentar ser más cuidadosos la próxima vez al pronunciar nuestras palabras, con eso y sobre todo con el tiempo en el que no hablamos con nuestro amigo por enojo, también aprendemos que en realidad queremos su amistad (o quizá sea una buena situación para evaluar si es una buena amistad o si no lo es).

En definitiva, la esfera de posibilidades que nos ayudan a hacer brillar nuestro diamante, es muy amplia y varía de persona en persona y de situación en situación. Pero esta analogía sirve para exponer, que todas las situaciones pueden sernos útiles. Todo depende en una gran medida, del uso e interpretación que hagamos de ellas. Y no olvidar, que por más que algunas de nuestras caras puedan estar opacas, seguimos siendo diamantes.



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